Cuando
los niños crecen, captan el interés de
los adultos pidiéndoles ayuda, o exigiendo que les atiendan aunque están
ocupados, o desafiando la autoridad. Las llamadas de atención vinculadas a
actuaciones de rebeldía empiezan a cobrar importancia en torno a los 2 años, en
ese momento el niño adquiere su idea de identidad: se reconoce a sí mismo como
ser independiente y ejerce su “yo” a través del conflicto con el resto. Hasta
los 4 o 5 años aproximadamente, el niño se manifiesta claramente egocéntrico,
incapaz de ponerse en el lugar del otro para entender sus motivos. Por eso se
enfada cuando le quitan algo que es de otro niño, o interrumpe cuando no debe.
En
mi experiencia como madre y tía he observado que tanto mi hijo de 5 años, como
mi sobrina de 1 año y medio tratan de llamar la atención de diversas formas, en
algunas ocasiones suelen imitar las acciones que efectúa el otro, logrando así
llamar la atención de los abuelos y tíos, así mismo mi hijo algunas veces tiene
confrontaciones con mi sobrina y la hace llorar, pues ella lo
molesta dañándole lo que está haciendo o lo acusa de lo que ella hizo.
Terminar
con este comportamiento invasivo depende, en gran medida, de la paciencia y la
perseverancia que se tenga poniéndole límite, el niño necesita que le enseñen
qué está bien y qué no. No dar demasiada importancia a sus acciones negativas
ayudará a extinguirlas. Esto no significa que no haya que castigarle o
regañarle cuando hace algo mal, sino que hay que procurar hacerlo manteniendo
la cabeza fría, de forma justa y sin dramatizar.
Lcda.
Yohanna Jaimes
Docente
de 3º Grado
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